El diálogo
interior es por sí mismo intemporal, ya que el ser humano y sus pasiones no
cambian sustancialmente a lo largo del tiempo; son sus circunstancias las que
lo hacen. Es por eso que esta novela escrita a modo de diario consigue de principio
a fin atraparnos, llevados por los paseos y reflexiones que su protagonista
realiza.
Un diario que encierra una pequeña-gran
novela. Toda una metáfora de la vida en general, tan necesitada de treguas que
nos devuelvan la esperanza.
Con un estilo tan natural, preciso y directo, que
hace más impactante su desenlace; Mario Benedetti logra en apenas docientas páginas conformar una hermosa novela que te hace disfrutar cada día.
Yo la he leído pausadamente, casi como se escribe un diario, hasta los instantes finales...
“Esteban
es el más huraño. Todavía no sé a quién se dirige su resentimiento, pero lo
cierto es que parece un resentido.” Lunes 18 de febrero.
“Blanca
tiene por lo menos algo de común conmigo: también es una triste con vocación de
alegre”. Lunes 18 de febrero.
“Cuando
me jubile, tal vez lo mejor sea abandonarme al ocio, a una especie de modorra
compensatoria, a fin de que los nervios, los músculos, la energía, se relajen
de a poco y se acostumbren a bien morir. Pero no. Hay momentos en que tengo y
mantengo la lujosa esperanza de que el ocio sea algo pleno, rico, la última
oportunidad de encontrarme a mí mismo. Y eso sí valdría la pena anotarlo.”
Viernes 22 de febrero.
“Se
apuró a terminar el tercer café y en seguida miró el reloj. Hay una especie de
reflejo automático en eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj.”
Sábado 23 de febrero.
“Cuando
murió mi madre —hará en agosto quince años— yo estaba hecho una ruina. Sólo me
sostenía una fervorosa rabia contra Dios, los parientes, el prójimo. Cada vez
que recuerdo el velorio interminable, siento asco. Los asistentes se dividían
en dos clases: los que empezaban a llorar desde la puerta y después me sacudían
entre sus brazos, y los que llegaban tan sólo a cumplir, me daban la mano con
empalagosa compunción y a los diez minutos estaban contando chistes verdes.”
Viernes 5 de abril.
“Nunca
me sentí atraído por las jerarquías. Mi lema secreto: «Cuanto menos jerarquías,
menos responsabilidad». La verdad es que uno vive más cómodo sin grandes
cargos.” Viernes 26 de abril.
“En
una amueblada de la calle Rivera, debe hacer unos seis o siete años, una mujer
me dijo esta frase famosa: «Vos hacés el amor con cara de empleado».” Martes 7
de mayo.
“«Mire,
Avellaneda, es muy posible que lo que le voy a decir le parezca una locura. Si
es así, me lo dice nomás. Pero no quiero andar con rodeos: creo que estoy
enamorado de usted».” Viernes 17 de mayo.
“Quizá
yo sea un maniático de la equidistancia. En cada problema que se me presenta,
nunca me siento atraído por las soluciones extremistas. Es posible que ésa sea
la raíz de mi frustración. Una cosa es evidente: si, por un lado, las actitudes
extremistas provocan entusiasmo, arrastran a los otros, son índices de vigor,
por otro, las actitudes equilibradas son por lo general incómodas, a veces
desagradables y casi nunca parecen heroicas. Por lo general, se precisa
bastante valor (una clase muy especial de valor) para mantenerse en equilibrio,
pero no se puede evitar que a los demás les parezca una demostración de
cobardía. El equilibrio es aburrido, además. Y el equilibrio es, hoy en día,
una gran desventaja que por lo general la gente no perdona.” Domingo 9 de
junio.
“Cuando
voy por el trigesimoquinto estornudo, no puedo evitar sentirme en inferioridad
de condiciones con respecto al resto del género humano.” Domingo 10 de junio.
“Ella
dice que la gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada, nada más que
por haber creído que la felicidad era una permanente sensación de indefinible
bienestar, de gozoso éxtasis, de festival perpetuo. No, dice ella, la felicidad
es bastante menos (o quizá bastante más, pero de todos modos otra cosa) y es
seguro que muchos de esos presuntos desgraciados son en realidad felices, pero
no se dan cuenta, no lo admiten, porque ellos creen que están muy lejos del
máximo bienestar.” Domingo 23 de junio.
“En
las oficinas no hay amigos; hay tipos que se ven todos los días, que rabian
juntos o separados, que hacen chistes y se los festejan, que se intercambian
sus quejas y se transmiten sus rencores, que murmuran del Directorio en general
y adulan a cada director en particular. Esto se llama convivencia, pero sólo
por espejismo la convivencia puede llegar a parecerse a la amistad.” Miércoles
3 de julio.
“Así
con la playa vacía, las olas se vuelven imponentes, son ellas solas las que
gobiernan el paisaje. En ese sentido me reconozco lamentablemente dócil,
maleable. Veo ese mar implacable y desolado, tan orgulloso de su espuma y de su
coraje, apenas mancillado por gaviotas ingenuas, casi irreales, y de inmediato
me refugio en una irresponsable admiración. Pero después, casi en seguida, la
admiración se desintegra, y paso a sentirme tan indefenso como una almeja, como
un canto rodado. Ese mar es una especie de eternidad” Domingo 7 de julio.
“A
mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de
lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservado el
máximo sólo para las grandes ocasiones. Quizá haya una razón y es que tengo la
manía de los matices, de las gradaciones. De modo que si siempre estuviera
expresando el máximo, ¿qué dejaría para esos momentos (hay cuatro o cinco en
cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar al corazón en pleno?”
Martes 30 de julio.
“«El
gran error de algunos empleados es tratar a sus patrones como si fueran
personas». Pero me resisto a esa tentación. Son personas. No lo parecen, pero
son. Y personas dignas de una odiosa piedad, de la más infamante de las
piedades, porque la verdad es que se forman una cáscara de orgullo, un
repugnante empaque, una sólida hipocresía, pero en el fondo son huecos.
Asquerosos y huecos. Y padecen la más horrible variante de la soledad: la
soledad del que ni siquiera se tiene a sí mismo.” Sábado 17 de agosto.
“El
día en que el uruguayo sienta asco de su propia pasividad, ese día se
convertirá en algo útil.»” Sábado 12 de septiembre.
“Ella
me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien
acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa,
ella me daba la mano y eso era amor.” Lunes 3 de febrero.
“Desde
mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes. Después de
tanta espera, esto es el ocio. ¿Qué haré con él?” Viernes 28 de febrero.