miércoles, 31 de mayo de 2023

La autopista Lincoln. Amor Towles. Salamandra, 2022

 

¿Pero dónde has estado metido hasta ahora para no haber leído nada de este autor? Esto fue lo primero que me vino a la mente tras acabar de leer esta magnífica novela. Y es que en La autopista Lincoln se mezclan de una forma extraordinaria los ingredientes que hacen de la lectura el mejor de los disfrutes: una escritura directa, sin demasiados adornos, en la que no sobra nada de las casi seiscientas páginas; una fantasía maravillosa que recuerda a las grandes novelas de aventuras; una diversidad de narradores con puntos de vista peculiares; una variedad de personajes con un denominador común del que nace la amistad y la fuerza transformadora; unos personajes que vamos conociendo poco a poco de forma natural a través de la narrativa magistral de Amor Towles. Deliciosa.

“¿Estaba agradecido al descubrir que Sally había decidido hacer todas aquellas cosas por ellos dos? Claro que sí. Pero estar agradecido es una cosa, y estar en deuda era otra bien distinta” Pág. 79

“Pero el vaquero se equivocaba del todo: era Emmett quien estaba dando una lección. Alan Ladd en Raíces profundas, Frank Sinatra en De aquí a la eternidad, Lee Marvin en Salvaje. ¿Sabes qué tienen esos tres en común? A los tres les daban una paliza” Pág. 98

Respecto de la elaboración artesanal de la mermelada dice Sally: “Me  molesto en hacerlas porque es anticuado (…) y me molesto en hacerlas porque es innecesario. Porque qué es la bondad sino hacer cosas que son beneficiosas para otros sin que te lo hayan pedido? Pagar una factura no es ser bueno, preparar la cena no es ser bueno, ni ordeñar las vacas. Cerrar las puestas, apagar las luces no es ser bueno. Ser bueno no es nada de eso. Porque la bondad empieza donde la necesidad acaba.” Pág, 114

“Y nos encontramos en una zona residencial muy nueva de casas idénticas con parcelas idénticas, presuntamente habitadas por personas idénticas” Pág. 244

“Se notaba que era un cliente fijo porque todos lo ignoraron” Pág. 281

“¡Cómo disfrutó con su pequeño discurso! Con las piernas separadas y los pies firmemente plantados en el suelo, parecía que sacara la fuerza directamente de la tierra porque le pertenecía” Pág. 290

“El Señor no te pide que te levantes con un coro de querubines (…) Te pide que te levantes haciendo que te sientas solo y olvidado. Porque sólo cuando hayas visto que estás verdaderamente desamparado admitirás  que lo que suceda a continuación depende de ti y de nadie más” Pág. 343

Aquí un párrafo que no me parece bien transcribir por su extensión, pero que por sí solo justifica la lectura de este magnífico libro: una joya dentro de un tesoro. Lo encontraréis en la página 507 y comienza así: “Cuando somos pequeños, se dedica mucho tiempo a enseñarnos…”

“Cuando Emmet salió por la puerta y se metió en su coche amarillo, me dije que, desde luego en Estados Unidos hay grandes cosas. El Empire State Buildng y la Estatua de la Libertad son grandes. El río Misisipi y el Gran Cañón son grandes. Los cielos de las llanuras son grandes. Pero no hay nada más grande que la opinión que un hombre tiene de sí mismo” (Sally, respecto de Emmett). Pág. 543

El profesor Abernathe explica los trágicos defectos de los héroes clásicos. “Todos los héroes clásicos, dice, por muy fuertes, sabios o valerosos que sean, tienen algún defecto en su carácter que les conduce a la perdición”. El defecto fatal de Aquiles había sido la ira. Cuando se enfurecía, Aquiles no podía contenerse.” Billy sabía que su hermano tenía el mismo defecto que Aquiles (…) podía producir un acto imprudente de consecuencias  irreversibles” Pág. 571