lunes, 7 de octubre de 2019

La mancha humana. Philip Roth. Debolsillo, 2012


  La sociedad americana está presente en exceso en nuestras mentes a través de películas y medios de comunicación. ¿Quién no conoce el caso Lewinsky, arranque y ambientación de la novela? Pero Philip Roth nos ofrece una visión con dimensiones planetarias  de la discriminación, del fanatismo, la marginación, la doble moral…
  A través de unos personajes perfectamente perfilados nos hace ver cómo la sociedad con sus prejuicios y comportamientos colectivos e individuales “mancha” la existencia de muchas personas hasta destrozarla. Tres personajes, tres “manchas”, tres vidas entrelazadas en una trama que te envuelve y, que a pesar de conocer casi en su totalidad desde muy pronto, te inocula la ansiedad por saber qué fue de ellos y cómo actuamos cada uno de nosotros en el día a día.
 Todo ello con un lenguaje descriptivo, muy inteligente y preciso. Pues…, un placer.

“Hasta entonces nunca me había parecido un hombre cuya considerable vanidad se extendía también a su anatomía, pero en aquella exhibición de superficie bronceada de su cuerpo percibí algo más que la mera puesta en práctica del deseo de estar a gusto en casa” Pág. 35

“¿Por qué razón, tras haber convertido el experimento del retiro radical en una existencia solitaria rica y plena… por qué sin advertencia debería sentir el peso de la soledad? ¿Por qué sentirme solo? Lo que se ha ido, se ha ido. ¿Por qué me sentía solo? Por  aquello a lo que había llegado a cobrar aversión. Por aquello a lo que había vuelto la espalda. Por la vida. El embrollo con la vida” Pág. 63
“ (…) Me bastó con encontrar un amigo para que irrumpiera toda la malevolencia del mundo” Pág. 64

“gozar de ello, de ese placer  que se experimenta al ser convencional de una manera no convencional” Pág. 140

“Los vecinos eran amables con los muy respetables Silk de piel clara (negros desde luego, pero como dijo la madre tolerante de un compañero de Coleman “gente de una tonalidad muy agradable, como ponche de huevo”), hasta tal punto que les prestaban una herramienta o una escalera…” Pág. 155

“En la marina había aprendido que basta con que ofrezcas unos datos personales convincentes para que no te pregunten nunca, puesto que nadie se interesa tanto por la veracidad de lo que dices” Pág. 165

“Le había salvado la sabiduría que dice: “no hagas nada” Pág. 221

“Cuando ella tenía su edad había visto todas las películas de Kurosawa, de Terkorsky, de Fellini, de Antonioni, de Fassbinder, de Westmiller, de Satyatit Ray, de René Clair, de Win Wenders, de Truffaut, de Godard, de Chabrol, de Renais, de Rohmer, de Renoir, mientras lo que todos esos chicos han visto es la guerra de las galaxias” Pág. 231

“Ella sabía la historia de la especie humana: los crueles y los indefensos, esa es toda la jodida historia. Pág. 292

Dijo: - El último movimiento de la tercera sinfonía de Mahler. Eso era lo que faltaba. Habían quitado todos los frenos. Sonó Mahler. En fin, uno a veces no puede escuchar a Mahler. Cuando te agarra, para zarandearte. Al final de la melodía todos llorábamos.  Pág. 376

“Lo peligroso del odio es que una vez empiezas a sentirlo, lo experimentas cien veces más de lo que te esperabas. Una vez empiezas no puedes detenerte. No conozco nada más difícil de dominar que el odio. Es más fácil dejar de beber que el odio, y ya es decir” Pág. 394

“El doctor Charles Drew descubrió la manera de impedir que la sangre se coagule para poder almacenarla. Entonces sufrió un accidente de circulación y, como el hospital más cercano no podía aceptar personas de color, murió desangrado” Pág. 400