A la
ya conocida sintonía que tenemos con la prosa de McEwan, con descripciones
efectictas; el juego de narradores y un
dominio del tiempo de la trama, histórico y social; se unen un análisis de
personajes que encierran una complejidad psicológica y un marco sociocultural y
político de una gran altura.
Esta es una novela que nos suscitará
innumerables reflexiones acerca de las pasiones, relaciones de pareja, clases sociales, la
adolescencia, las traiciones, las mentiras, la relatividad del valor de la vida
misma, el poder de la ficción … Y planeando sobre todas ellas, la culpa. ¿Podemos expiar la culpa? Un tema que ya
trató Dowstoyeski en su Crimen y castigo, pero al que McEwan introduce en un
ambiente y lugar muy distintos. El párrafo “El problema a lo largo de estos 59
años ha sido el siguiente: (…)Pág. 434” es realmente sublime.
Es de ese tipo de novelas que encierran algo
inolvidable por ser única en el tratamiento que el autor lleva a cabo.
Difícilmente se nos olvidará un personaje como Briony, porque McEwan le proporciona
un perfil tal que te conducen a la condolencia.
Por cierto, los que lo hayan leído deben ver
la película: no se arrepentirán. Y los que hayan visto la película no se
arrepentirán de leer esta extraordinaria novela. Podrán comprobar que se trata
de dos lenguajes muy distintos.
“Aquello era la pauta de los
últimos días, el uno o el otro estaba siempre equivocado y procuraba retirar el
último comentario. No había soltura, no había estabilidad en el curso de sus
conversaciones, ninguna ocasión de serenidad. Por el contrario, todo eran púas,
trampas torpes giros que a ella le inducían a sentir tanto desagrado por sí
misma como el que le inspiraba él, aunque no dudaba de que la culpa era sobre
todo de Robbie” Pág. 41
“No era solo la maldad y las
intrigas las que hacían infeliz a la gente, sino la confusión y la
incomprensión; ante todo, era la incapacidad de comprender la sencilla verdad
de que las demás personas son tan reales como uno. Y Solo en un relato se
podría penetrar en esas mentes distintas y mostrar que valían lo mismo.” Pág.
55
“Y eran chicos y, por tanto,
fundamentalmente poco comunicativos, sin don para la intimidad” Pág. 88
“El precio de abismarse en
ensueños era siempre el regreso, la readaptación a lo que había antes y que
después parecía un poco peor. La ensoñación, antes rica en detalles
inverosímiles, ahora era una tontería pasajera ante la masa compacta de la
realidad” Pág. 96
“La edad y el cansancio le
devolverían a Jack (el marido de Emily) y no se dirían nada, ni sería menester
decirlo. Y allí estaba el espectro de su infancia difuminado por todo el salón,
para recordarle el arco limitado de su existencia. Qué pronto terminaba el
plazo. Ni compacto ni vacío, sino precipitado. Implacable.” Pág. 181
“Los cuentos de hadas
quedaban atrás, y en el lapso de unas pocas horas había presenciado misterios,
visto una palabra impronunciable, interrumpido una conducta brutal y, al
incurrir en el odio de un adulto en quien todos habían confiado, había
participado en el drama de la vida más allá del cuarto de jugar.” Pág. 191
“Era como una novia que empieza a sentir sus
reparos enfermizos a medida que el día se acerca, y que no se atreve a confesarlos porque ya se
han hecho muchos preparativos por su causa. Se pondrían en peligro la dicha y
el bienestar de muchas buenas personas. Son instantes pasajeros de desazón
personal que solo se disipan cuando una se abandona a la alegría y la agitación
de quienes la rodean. Tanta gente decente no puede estar equivocada, y le
habían dicho que las dudas como la suya eran de esperar” (Briony en su
declaración) Pág. 203
“Se tocó el bolsillo
superior, donde tenía envuelto el poema que ella le había enviado en su carta: “En
la pesadilla de la oscuridad, todos los perros de Europa ladran” (…) el trato amistoso de la chica que le
atendió, la espaciosa ausencia de amenaza; se recostó y disfrutó de la
envolvente vida cotidiana. Solo él podría apreciar su belleza” Pág. 240
“A medida que se congregaba
más gente alrededor del corro, desaparecía el sentimiento remanente de
responsabilidad individual. Una temeridad fanfarrona se iba instaurando. Sonó
una oración cuando alguien apagó un cigarrillo en la cabeza del tipo. (…)
Tarner supuso que no podía hacer nada para ayudar a aquel hombre sin
arriesgarse a que le lincharan. Pero era imposible no hacer nada.” Pág. 295
“Contaban que normalmente con
ocasión de tan importantes visitas la nariz de cada paciente tenía que estar
paralela al pliegue central de la sábana encimera” Pág. 320
“Soy demasiado vieja, estoy demasiado asustada y
demasiado enamorada del jirón de vida que me queda” Pág. 434
“El problema a lo largo de
estos 59 años ha sido el siguiente: ¿Cómo puede una novelista alcanzar la
expiación cuando con su poder absoluto de decidir desenlaces, (...) Pág. 434-435