viernes, 11 de enero de 2019

"La Ley del menor" IAN MCEWAN. Anagrama, 2016

   
 No es la primera novela de Mc Ewan que merecería estar en esta selección que vamos poco a poco engrosando; pero sí la que más nos ha impactado, porque toca todos los elementos que podemos encontrar en una narración. Con ese estilo tan directo y sobrio pero preciso a la hora de plantear la trama y envolvernos en su narrativa plagada de diálogos y razonamientos de interés intelectual.
  En este libro de apenas doscientas páginas Mc Ewan tiene espacio y tiempo (pausado, por cierto) para platearnos situaciones personales, entrelazadas con dilemas morales interculturales de gran actualidad y que hacen tambalear los esquemas mentales del lector.
   La novela trata de la toma de decisiones; leerla no puede dejar a nadie indiferente, ni durante su lectura ni al final de la misma. Es una buena decisión.

“La bondad, como demostraba a diario el Tribunal de Familia, era el ingrediente humano esencial” Pág. 16

“¿No dijiste una vez que los matrimonios que llevan muchos años casados aspiran a ser como hermanos? Hemos llegado a ese punto, Fiona. Me he convertido en tu hermano. Es agradable y bonito y te quiero, pero antes de caerme muerto quiero vivir una gran relación apasionada” Pág. 15

“La afrenta especial que los años reservaban a algunas mujeres cuando las comisuras de su boca iniciaba el descenso hacia una expresión de reproche constante” Pág. 31

“Ser objeto de la compasión general era también una forma de muerte social” 
Pág. 64

“Cada cosa que pensaba ahora sobre la situación ya la había pensado varias veces antes, y sin embargo la rumiaba de nuevo. Una ocurrencia mental de la que solo el sueño medicamente inducido podía rescatarla. El sueño o aquella excursión poco ortodoxa” 
Pág. 96

“Pero justo entonces la mente se le quedó en blanco (…) Fiona confió en que descubriría lo que pensaba si empezaba a hablar. Era como cuando estaba en clase. Entonces casi siempre daba resultado.”
 Pág 113

La profunda tristeza, quizá el pesar amargo, los recuerdos tiernos, y después la vida seguiría su curso y las tres cosas significarían cada vez menos, a medida que los que la amaban iban envejeciendo y muriendo, hasta que ya no representasen nada en absoluto”.
 Pág. 114

“He tenido muy presente la edad de A, el respeto que debemos a su fe, y la dignidad del individuo que reclame su derecho a rechazar un tratamiento. A mi juicio, su vida es más precisa que su dignidad”. 
Pág. 124

“Los dos conocían la vitalidad de lo que no se dice y cuyos espíritus invisibles bailaban ahora alrededor de ellos”. 
Pág. 128

“La autopsia al final de una velada era uno de los rasgos de su vida conyugal” 
Pág. 203