Cuántas
"generaciones" nos reconocemos en esta narración. Además
del interés por las vicisitudes personales de Luis Landero, que ya
de por sí justifican la lectura de esta obra, encontramos un gran
placer en leer la visión de hechos y lugares comunes plasmados con
la magnífica pluma de Luis. Que lleve seis ediciones a medio año de
su publicación es un indicador de lo bien que llega al público esta
pequeña joya. Lástima que todos no tengamos su facilidad para
expresar lo vivido y lo intuido, y que como él dice, nuestro paso
por aquí quede en poco tiempo en "un mar de olvido". Pues
eso, no te la pierdas.
En
el pensamiento paterno: "Habíamos
emigrado, habíamos emprendido una gran aventura para enfrentarnos a
enemigos temibles, para superar grandes obstáculos y alcanzar las
más altas metas. (...)Entretanto no teníamos derecho a la risa, al
placer. La risa y el placer había que ganarlos con el mismo sudor
con que se gana el pan. (...) Al final, eso sí, reiríamos más
fuerte que nadie, pero solo entonces" Pág. 36
Respecto
de su familia: "Todos. Labradores,
como se decía entonces, para diferenciarlos de los grandes
propietarios y de los jornaleros. Porque en tu familia no había
nadie que fuese rico, pero tampoco había pobres." Pág.
43-44
"Y
luego, un día, no sé de qué manera, dejé de creer en Dios y me
encontré creyendo en Gustavo Adolfo Bécquer. En aquel tiempo, yo
solo tenía un libro en propiedad. Ese libro era "las mil
mejores poesías de la lengua castellana" Pág.
85
Una
muestra de su humor: "Él
decía que cuando estuvo en la infantería no tiraba a dar, o que
tiraba con los ojos cerrados, contestaba siempre a mi madre. Yo
pienso que quizá eso es lo que decían todos. Nadie tiraba a dar, o
cerraban los ojos al apretar el gatillo, pero caían como moscas.
Para ser una guerra entre ciegos, la masacre que armaron no estuvo
nada mal" Pág.
106
"Como
nunca tuve amigos cultos ni traté con gente aficionada a los libros,
como no hubo ningún maestro que pusiera un poco de orden en el caos,
y como mi penoso bachillerato de ciencias me privó tanto de una
elemental formación científica como humanística, yo vivía al
margen de todo canon cultural, en una especie de estado silvestre, y
así, desinformado y descanonizado, entré en la librería aquella
tarde del 69 y compré el libro por el que suspiraba desde hacía
algún tiempo" Pág.
125
A
propósito de la Guerra Civil: "Siempre
me ha intrigado, como un rasgo significativo y misterioso de la
psicología humana, que la vida de diario encuentre un cauce para
seguir fluyendo como si tal cosa durante las guerras, que los niños
sigan jugando, los músicos haciendo música, los bailarines
danzando..." Pág.129
"Más
tarde comprendí que los campesinos, como también les ocurre a los
niños, no saben lo que es la belleza campestre. Donde otros ven un
paisaje, ellos solo ven un sembrado, una dehesa, un erial bueno para
cabras, un cerro o un barbecho. No se han parado a contemplar la
naturaleza, sino que viven revueltos, confundidos con ella" Pág.
182
"Esa
palabra, corresponder, la tengo marcada a fuego desde niño. Si te
hacían un regalo, una invitación, había que corresponder " Pág.
211
Ante
el final de las vacaciones "Y
según se acercaba octubre, y con él el duro mundo del mañana, iba
como manando de mí una tristeza cuyo sabor amargo sigue intacto en
mi alma." Pág.
225
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