lunes, 11 de noviembre de 2013

"El hombre que plantaba árboles" JEAN GIONO. El barquero. 2006

     Esta pequeña obrita escrita hace más de un siglo merece estar aquí, siquiera por la actualidad de su planteamiento alegórico: el eterno diálogo entre la naturaleza y el hombre, y acerca de la naturaleza humana. Desde la primera línea su autor nos declara de qué se trata. De qué pasta ha de estar hecho una persona excepcional. Tan es así que el propio autor muestra su coherencia cuando habla de la ausencia de afán de recompensa, al donar los beneficios de su difusión.

"Para que un personaje manifieste sus más excepcionales cualidades, hay que tener la fortuna de poder observar su actuación a lo largo de muchos años. Si dicha actuación está desprovista de todo egoísmo, si obedece a una generosidad sin par, si es del todo cierto que no abriga un afán de recompensa y que por añadidura ha dejado una huella patente sobre la faz de la tierra, entonces no cabe error alguno." pág. 7 

"Era hombre de pocas palabras. Así es como son quienes viven en soledad" pág. 11

"Más aún cuando a los veinte años se contempla a los hombres de cincuenta como ancianos a quienes nada les queda por hacer salvo morir" pág. 28

"Al recordar que todo aquello era fruto de las manos y el alma de una única persona desprovista de recursos técnicos, se comprendía que los hombres podían ser tan efectivos como Dios en ámbitos distintos del de la destrucción" pág. 29

"Sabe mucho más que cualquiera. ¡Ha descubierto una forma maravillosa de ser feliz" pág. 41

"Habían perdido toda esperanza. No les restaba más que esperar la muerte, una situación que raramente predispone a la virtud" pág. 44

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