No había leído gran
cosa de Mario Vargas Llosa, pero una recomendación puso esta magnífica obra en
mi universo lector. No diré más que me ha encantado en todos los sentidos: su
fácil lectura, su estructura, la temática, su estilo narrativo, el perfil de los
personajes… En fin, muy recomendable. Eso sí, hay que estar prevenidos para la
dureza de lo narrado; aunque siempre por debajo de la vida real. Esa sí que es
cruel.
Urania al llegar a
la R. Dominicana: “Nunca, en sus diez años de
Manhattan, han registrado sus oídos nada que se parezca a esta sintonía brutal,
desafinada, en la que está inmersa hace tres días” Pág. 16
“En New York ya
nadie mira a las mujeres con ese desparpajo. Midiéndola, sopesándola,
calculando cuánta carne hay en cada una de sus tetas y muslos, cuántos vellos
en su pubis y la curva exacta de sus nalgas” Pág. 20
"Perón se lo
advirtió, al partir de Ciudad Trujillo, rumbo a España: “Cuídese de los curas,
Generalísimo. No fue la rosca oligárquica ni los militares quienes me tumbaron;
fueron las sotanas. Pacte o acabe con ellas de una vez”. A él no le iban a
tumbar.” Pág. 39
La mirada de
Trujillo. “Una mirada que nadie podía resistir sin bajar los ojos, intimidado,
aniquilado por la fuerza que irradiaban sus pupilas perforantes, que parecía
leer los pensamientos más secretos, los deseos y apetitos ocultos, que hacía
sentirse desnuda a las gentes.” Pág. 55
¿Seguro que quieres
contarme esto, Amadito? (…) ¿No me vas a odiar después, por saber que yo
también lo sé? Pág. 62
“Porque mientras el
enemigo de adentro esté débil y desunido, lo que haga el de afuera no importa.
Que Estados Unidos chille, que la OEA patalee, que Venezuela y Costa Rica
ladren, no nos hace mella. Más bien, une a los dominicanos como un puño en
torno al Jefe.” Pág. 66
Respecto del hijo de Trujillo:“¿Qué otra cosa
hubiera podido ser, siendo hijo de quien era, criado y educado como lo fue?
¿Qué otra cosa podía ser un niño nombrado a los siete años, por ley coronel del
Ejército dominicano, y, a los diez, ascendido a general, en una ceremonia
pública, a la que debió asistir el cuerpo diplomático y en la que todos los
jefes militares le rindieron honores? Pág. 157
“¿Quién inventó el
eslogan del Partido Dominicano utilizando las iniciales de mi nombre? – preguntó,
de sopetón- Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad. ¿Tú o Cerebrito? – Un servidor,
Jefe- exclamó el senador Chirinos, orgulloso”. Pág. 199
Respecto de Urania:
“Cómo te conservas, muchacha. Somos del mismo año ¿no? Y pareces diez años más
joven. ¡No es justo! Será que no te casaste ni tuviste hijos. Nada arruina
tanto como un marido y la prole.” Pág. 234
“Yo no quería creer
que hubiera traicionado a su compañero de toda la vida. Bueno, la política es
eso, abrirse camino entre cadáveres.” Pág. 320
“La cita de Ortega
y Gasset apareció, apareció, en la esquina de una página, escrita con su letra
menudita: “Nada de lo que el hombre ha sido, es o será, lo ha sido, lo es o lo
será de una vez para siempre, sino que ha llegado a serlo un buen día y otro
buen día dejará de serlo”. Él (Agustín Cabral) era un ejemplo vivo de la
precariedad de la existencia que postulaba esa filosofía.” Pág. 341
“-Mi opinión sobre
intelectuales y literatos siempre ha sido mala- volvió a decir-. En el
escalafón, por orden de méritos, en primer lugar, los militares (…) Literatos e
intelectuales, los últimos. Después de los curas, incluso.” Pág. 359
“A quien los
gringos temen no es a usted, sino a Castro, Jefe. Sobre todo, después del
fracaso de Bahía de Cochinos. Ahora, más que nunca los espanta que el comunismo
pueda propagarse por América Latina. Es el momento de mostrarles que la mejor
defensa contra los rojos en la región es usted, no Betancourt ni Figueres.”
Pág. 451
“-No va a ser
fácil, pendejo –contestó Ramfis-. Antes de irte al infierno, tienes que pasar
por el purgatorio. ¡Hijo de puta! Pág. 521
“- Se llevó una
decepción. Ahora, ya sé por qué, esa noche no lo sabía. Yo era esbelta, muy
delgada, y a él le gustaban llenas, con pechos y caderas salientes. Las mujeres
abundantes. Un gusto típicamente tropical. Hasta pensaría en despachar ese
esqueleto de vuelta a Ciudad Trujillo. ¿Saben por qué no lo hizo? Porque la
idea de romper el coñito de una virgen excita a los hombres.” Pág. 609